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Abecedario político ecuatoriano: A de Apatía

PorSebastián Vera

Sep 29, 2020

“Ernest Hemingway escribió una vez: El mundo es maravilloso y vale la pena luchar por él. Estoy de acuerdo con la segunda parte.”
Se7en, 1995. Dir. David Fincher

Es casi un alivio. Decir “ya nada”, “así mismo son las cosas” o “no se puede cambiar nada porque siempre ha sido así” nos da cierto confort y hasta seguridad. Aseverar que la política es inmutable hace que el Pueblo en general deje las decisiones importantes en manos de “los preparados”, una pequeña fracción de la población que comúnmente vela por los intereses de la élite. Es decir: quienes hacen la política, aquellos que nos representan denominándose como “políticos”, no la hacen para los ciudadanos, lo que ellos conocen vulgarmente como “la masa”. ¿Qué produce la apatía política en el Ecuador?

Derechización

En Ecuador, un efecto inmediato del desinterés político generalizado es la derechización de la política, lo que significa que el conservadurismo llena el vacío de propuestas (se pierden las ideas del centro y la izquierda) y aplica las que, a conveniencia, consideran positivas y radicales. Debido a las crisis -que en el acto político se convierten en gerencia de crisis- promulgan políticas y actitudes conservadoras, ideas administradas por el FMI y el Banco Mundial.

En nuestro país, es la derecha la que dictamina las acciones predominantes, la que fija el camino como consecuencia de una nula redención y renovación devenida en desuso perenne del pensamiento transformador. Su oportunidad de “cambio” no es más que una fachada combinada de propuestas populistas ejecutadas a beneficio de la aristocracia, para convertir a la democracia en kakistocracia, culpando a los “desestabilizadores” (estudiantes, docentes, profesionales de la salud, etc) por tratar de dañar su plan de acción política.

Fragmentación

Basta con salir de la casa (ahora con las medidas de bioseguridad pertinentes) para observar la vida política del país en las paredes. Son varias las posiciones de descontento respecto a un estado fragmentado, con un movimiento nacional prácticamente inexistente. El regreso al pasado como oportunidad de cambio nos trae figuras políticas que, en un ánimo de resultar atrayentes a la nueva generación (millenials y centennials), utilizan nuevas formas de atracción en sus propuestas: empleo joven a lo Lasso o cannabis a lo Lucio.

No existe una instancia centralizada (sí, ni siquiera el propio presidente) que represente a las diversidades locales y en esto se caracteriza su debilidad: ausencia de una narrativa de índole nacional donde puedan converger visiones y posiciones heterogéneas (sin que esto signifique, por supuesto, el retorno o aceptación de arcaísmos ideológicos como por ejemplo los hispanistas), negociación activa de propuestas respecto al manejo de la riqueza y la falta de respuesta a los movimientos y demandas nacionales.

Representación

¿Cómo se logra dar sentido e imagen para legitimar una dinámica? Las representaciones actuales muestran la heterogeneidad de movimientos y acciones que impulsan, debaten y apuestan por alternativas que muestren la posibilidad de ser otro respecto de uno mismo, rencontrarse, reconocer, aceptar la presencia del otro, desde una participación local; sin embargo, existe un sentido de anulación al pensar en un Estado unificado, debido a la desconfianza que se tiene sobre este.

La comunidad nacional que otrora representara el Estado es ahora el lugar de opresión y de represión. ¿Cómo volver los movimientos y representaciones locales en un movimiento nacional? ¿Qué sentido tiene entonces elegir a un presidente? Sí, el entusiasmo y la seducción política son nulos, inexistentes. La paradoja de nuestra política es que, a pesar de nuestro descontento generalizado, no podamos avanzar en soluciones, y de hacerlo, son bloqueadas por partidismos, clientelismo y amarres secretos.

Aún somos ese país dividido en regiones que no puede encontrar unión en su diversidad. Tomará tiempo, pero sin grandes decisiones o cambios políticos, sociales y económicos, en real beneficio de la extensa mayoría del Pueblo, sin conciencia de nuevas ideas o propuestas, continuaremos viviendo eternamente de la siguiente paradoja de nuestra vida política: “Quien bien te quiere, te hará llorar”.

Por Sebastián Vera

En mis redes: @sebis_vera

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