Antes, la gran mayoría de estadounidenses (sí, estadounidenses porque para su mala fortuna no existe en el inglés un gentilicio correcto para ellos) podían jactarse -gracias a sus influencias culturales provenientes del cine, la televisión, el arte y la música en particular- de ser “los líderes del mundo libre”, “cuna de la libertad y la democracia”, y “la tierra prometida” donde “el sueño americano” se encontraba sano, estable y fuerte.
Cuando uno indaga un poco más en su historia se encuentra con un país dividido profundamente en cuento a lo étnico (factores culturales), lo racial (características morfológicas de un ser humano), sus políticas internas y externas, y ni qué decir de su rica historia de intervenciones militares con el único fin exclusivo de llevar libertad donde más lo necesiten. EEUU se ha dado de frente en estas elecciones contra una pared que creían propias de “países tercermundistas” (termino de por sí obsoleto en nuestros días): la frustración política de las grandes mayorías de no poder reformar un sistema caduco y corrupto debido al control de las élites.
Crímenes raciales, violencia policial, mal manejo de la pandemia del COVID-19, colapso económico, poblaciones carcelarias en aumento y controladas por empresas privadas, aumento de creencias en teorías conspirativas como QAnon o el movimiento anti-vacunas, manejo cuestionable de la información mediática, xenofobia (que en realidad también oculta la aporofobia), nulo cuidado y preocupación medioambiental (el 4 de noviembre de 2020, debido a Trump, EEUU sale del Acuerdo de París), negación de datos científicos, verdades engañosas por redes sociales, y varios factores más hacen que el Trastorno de la Personalidad Narcisista de Trumpsea ahora ley nacional, emulada y adoptada por una vasta parte de la población que se identifica con un individuo falto de empatía, con delirios de grandeza, prepotente y fantasioso en cuanto a su “éxito”.
El coste emocional y financiero para la población estadounidense se traduce en ansiedad, estrés y miedo: lamentablemente, a futuro, el cambio parece lejano…pero no imposible. EEUU aún guarda el espíritu de su Constitución (sus ideales democráticos están influenciados en la Gran Ley de la Paz) para enfrentar su declive interno.
Por Sebastián Vera
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