Archivo del 5 de enero de 2020:
Ojalá y el presidente fuera un ciudadano normal, sin privilegios, jodido, frustrado. Ojalá e hiciera uso del sistema de Salud Pública como un ciudadano regular. Llamar; tomar turno para dentro de unos poquísimos eones; hacer filas interminables rodeado de trabajadores, madres y sus hijos, ancianos que solo quieren vivir lo suficiente para morir dignamente.
Llegar a ventanilla y toparse con la burocracia extenuante y vampírica, de voz solapada y apática; ir a las consultas para que el doctor o doctora lo examinen y le diagnostiquen una enfermedad que, aunque tratable tal vez, no puede serlo debido a la falta de medicamentos; salir decepcionado con una receta imposible en la mano y maldecir la suerte de tener gratuidad tan cara e inservible.
En las pantallas dispuestas en las salas del hospital se observaba la propaganda insípida de un risueño imbécil que aún ahora se cree paladín de moral y buenas costumbres, Manual de Carreño viviente, vetusto y anacrónico. Miles de ciempiés humanos avanzan lentamente arrimándose a las paredes para conseguir llegar a una ventanilla de Servicio Al Cliente en la que de 15 puestos únicamente funcionan 6.
“En esta semana despidieron a 90 personas que ayudaban a atender a las personas. A los siete ociosos de Recursos Humanos nadie los topó o se dijo algo al respecto de su pésimo accionar y trabajo. Hay desabastecimiento y no podemos soportar el flujo de personas que atendemos sin insumos que nos ayuden. Esto es un caos total.” comentaba el Doctor A……., mientras se dirige a su puesto de trabajo en el Hospital Docente de Calderón.
Por Sebastián Vera
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