El periodismo hegemónico y tradicional ecuatoriano, inclusive ciertos ejemplos digitales que no venden “la conciencia”, se encuentran cínicamente vinculados con las grandes empresas -particularmente con los bancos- lo cual envenena la profesión y a quienes la ejercen. ¿Cómo explicamos entonces que, por conveniencia y debido a ciertas desavenencias entre el poder gubernamental y las élites, ciertos casos de corrupción salgan a la luz y otros no? Y los tiempos en que lo hacen tampoco son gratuitos. Las voces autorizadas para crear incidencia en temas políticos además son todos los hombres del presidente (sin que ninguno de ellos personifique el espíritu de Bernstein y Woodward)que ahora se tildan de contestatarios, cuando durante el mandato de Moreno no hacían más que aceptar dinero a cambio de un buen trato mediático a la mediocridad del mandatario.
En Twitter, desde hace un día atrás, se señala a Sebastián Corral, gerente de Teleamazonas, como uno de los pocos grandes egoístas en incluir a sus familiares, a escondidas del Pueblo y favorecido por el Gobierno, en acceder a la vacuna contra el COVID-19. El canal que representa nada dice respecto a esta información, ni para desmentirla ni para afirmarla. Imagino a Jorge Ortíz, Andrés Carrión, Diego Oquendo y Carlos Vera como Howard Beale en Network de Sydney Lumet, supuestos profetas mediáticos en el ocaso de sus carreras recreando nuevamente su “exitosa” relación con la audiencia a través de escándalos contra lo que ellos denominan lo contrario a los valores y la ética periodística, convirtiéndose en el engaño experimental de quienes ejercen el poder mediático: falsos mesías comunicacionales al servicio de su único dios, el dinero. La verdad tiene precio para la subjetividad predominantemente política, a cambio de entretenimiento.
Quienes siguen sus pasos son aquellos periodistas que también construyen una falsa estética en base a verdad encorbatada y bien vestida, blanqueada y “experimentada” -en su grandísima mayoría hombres- para quienes la visión no es más que un proyecto reduccionista, de priorizar y escoger temáticas e información acorde, no a la capacidad receptiva, sino a la ceguera ofrecida a la audiencia al servicio de la mentira y a favor de intereses ocultos. Con la crisis económica, también entramos en una crisis ética, y el periodismo se reconfigura a favor de quienes han causado y continúan conservando la misma. Debido a esto, todavía en las aulas universitarias se continúa perpetuando la idea del “periodista sufrido” de no ponerse al servicio de intereses que coarten la libertad de expresión, a favor de la deshonestidad, en contra de la crítica y la autocrítica, construido en base al miedo, las influencias y las inseguridades, que monopolizan la agenda informativa.
Los periodistas, al parecer, somos las reales noticias falsas. La transparencia se convirtió en un privilegio al servicio de likes, shares y retweets para generar fidelidad y confianza a lo “Andrés, no mientas otra vez”: estrategia mediática para manipular a conveniencia la opinión pública a favor de más visualizaciones y visitas a páginas web, blogs o espacios en Facebook, Instagram, Twitter y Tik Tok. Está en juego la pluralidad, la inclusión y la diversidad debido quienes no aceptan un cambio de época y se adaptan a la misma con los mismos juegos mediáticos de siempre, Manual de Carreño periodístico obsoleto y anacrónico. De construir un relato plural del periodismo en el Ecuador este debe ser en base a contrastación de fuentes (cosa que a muchos se les ha olvidado), normalizando la búsqueda de la verdad como objetivo común entre colegas y visibilizando las problemáticas nacionales desde la cooperación y la (de)construcción.
Escribo lo siguiente desde el coraje y el desempleo, agradecido por el espacio en el que se me permite poder expresarme en servicio del prójimo y a favor de la verdad; inspirado por grandes periodistas como Oriana Fallaci, Albert Camus, Leila Guerriero o Rodolfo Walsh; agotado de ver cómo algunos medios digitales se suman a los engaños del poder y esperanzado en cómo otros denuncian y construyen su éxito en base a su rectitud de palabra, acción y obra; respondiendo a mi obligación de que la impasividad, el dejar de sentir, me domine y pulverice mi espíritu. A mi visión de que el periodismo ecuatoriano es una voz importante en Latinoamérica y el mundo, y a la misión personal de superar el pasado y construir el presente en favor de la verdad y de quienes padecen del poder.
Por Sebastián Vera
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