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Sobre el cannabis (50 años de 4/20)

PorSebastián Vera

Abr 20, 2021

 “(…) es la planta misteriosa,
Fantástica poetisa de la tierra”

Haschisch – José Martí

Tricky Dick y su cobardía impuesta como “preocupación” conservadora convirtieron a las drogas -desde mediados del siglo XX hasta nuestros días- en una guerra y negocio lucrativos, parasitarios, y que, todavía, conlleva sangre y explotación; en expresión de mojigatería y de libertad sin autoconocimiento. La droga va más allá de lo que conocemos y asociamos como ilegalidad según el medio en el que nos desarrollemos.

Aquellas sustancias psicoactivas -es decir, que producen un cambio en nuestra actividad mental -son drogas (sí, la cafeína del cafecito, el cigarrillo y los traguitos, lo son). Sin embargo, no escribiré sobre cocaína, LSD, café o alcohol sino sobre la marihuana o cannabis, aquella planta popular, amada y odiada en iguales proporciones, que todavía genera debate entre la sociedad. Lo haré desde una perspectiva y experiencia personal, sin que esto signifique para el lector una apología hacia la misma.

El odio aumenta con el desconocimiento. Es fácil inventar o especular historias sobre aquello que nos resulta extraño, difícil de comprender, o simplemente demasiado complicado para darle algo de nuestro tiempo y neuronas para reflexionar. Las iniciaciones, esas génesis particulares de ceguera, asombro, miedo y felicidad, ocurren de maneras imprevistas, fuera del cálculo de lo que desearíamos pasara con nuestra vida y sus segundos, o del supuesto que tenemos de ellos.

Me pasó con la marihuana en un día perfecto: amigos, cerveza, cigarrillos, y visiones eróticas de un viejo amor del colegio. Tenía pocos días de haber cumplido los 18 años y esa reunión se presentaba como hoja en blanco, la presentación formal a una nueva droga. El alcohol y el cigarrillo los consumía desde los 15 años, gracias al arte de la presión de grupo, y, aunque no los consumía con frecuencia, inevitablemente ya formaban (y forman) parte de mi vida.

Los mitos pueblan nuestras mentes como telarañas, son hilos difíciles de dilucidar. Ocurre con el sexo y la vergüenza que sentimos en expresarlo, ocurre con las drogas al momento de experimentarlas. Ese día de agosto fumé marihuana por primera vez, y fue algo maravilloso. Esa sensibilidad sensorial única se expresó en bailes, risas y juegos. Comprendí también que, mi experiencia particular no se puede asociar a un todo colectivo y que algunos de mis amigos no habían tenido una presentación similar con la marihuana.

Acepté el hecho de que el gozo es diferencial y extraño en cada cuerpo, y que aquello que en mí despertaba felicidad, en otros, podía producir efectos contrarios. Después de ese primer encuentro, pasaron tres años, para volver a fumar marihuana en una improvisada pipa de manzana en la universidad. Pipazos de ocio en “La Ofi” de la FACSO. Aprendí que su consumo prolongado, como toda droga, afecta, y lo mejor es saber cómo integrarla de manera positiva en la vida. Puff, puff, pass…

“Fumarse un porro es como hacer filosofía” diría el filósofo y docente argentino Dario Sztajnszrajber en una entrevista para la revista THC. Y es que el cuelgue, el destrabe, la llevadera, el trip, hace de una supuesta patología derivada del conservadurismo, de la caricaturización de la ignorancia y consumo pop, una instancia de aprendizaje, de conexión y de uso del tiempo contrario a esa supuesta productividad perpetua que inclusive ahora, en nuestros tiempos libres, puebla y a la que nos encontramos sujetos.

Gracias a esos hits universitarios conocí a dealers, pushers, consumidores, drogadictos, académicos, amigos, desconocidos; conocí sobre su economía, su historia, su influjo en el arte, los peligros de su cultivo, uso y consumo -todavía- en el Ecuador; participé en marchas encabezadas por padres de familia que exigen al Estado su producción medicinal y recreativa; supe que por su ilegalidad, el narcotráfico todavía tiene presencia en varias instituciones “de control” como la Policía Nacional y la milicia ecuatorianas.

De Black Sabbath a Larry Harlow, de Cypress Hill a Julio Jaramillo, de Walter Benjamin a Maya Angelou, de Mary Jane Rathbun a Anthony Bourdain, de Solteros Sin Compromiso a Weeds, de Uruguay a Canadá, de Michael Phelps a Jamie Anderson…el cannabis puebla las estructuras de desarrollo y pensamiento de nuestra sociedad hace milenios, y con ello, lamentablemente, su estigmatización, falta de investigación, criminalización, y contrario a eso, su comprensión, crítica y debate, su legalización.

De California en 1971 a Quito (inserte aquí su ciudad de pertenencia) en 2021, después de 50 años del 4/20 entre los Waldos al 4/20 entre comunidades y organizaciones cannábicas del país y el mundo, todavía hay mucho humo por disipar…y por fumar.

Por Sebastián Vera

En mis redes: @sebis_vera

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