“Yo nunca quise tocar la política, pero 4 maricones hijos de puta me secuestraron y me golpearon (…), y eso despertó mi interés por entrar a esta sucia profesión.”
Pancho Jaime
Narrar la cotidianidad como comprar un pan con cola, convertirla en providencia pornográfica, en democracia vulgar, contradictoria y resuelta a dejarse de pendejadas sincerándose frente a una vida plagada de viceversa donde la verdad es una esquina corriente en la que zumba la luz de un poste, el cuchicheo cucaracha y el vuelo de polillas cegadas por ese falso sol. A quien se le ocurra traficarla en paquetitos, deberá hacerlo desde la clandestinidad de la justicia, en asociación a capacidades especiales agresivas y pendencieras.
Ejercicio de posesión del lenguaje
¿Quién chucha se puede jactar de no mandar a la casa de la verga a todo político cojudo que no hace más que hundirnos en su mierda? A Pancho Jaime lo poseía la vulgaridad a manera de catarsis, de sincronía con la venganza popular de la palabra sin límite de concesiones, traducción del sentimiento nacional de vergüenza e impotencia frente al poder, al cual solo podemos responder, sin reparo alguno, al dirigirnos a “los padres y las madres de la Patria” con sinonimia sin filtro académico o formal: directo, como escupitajo.
¿Tenemos un lenguaje de inconformidad común? Sí: puteamos. Sus experiencias migratorias en EEUU y su idiosincrasia ecuatoriana, hacían de Jaime el caldo de cultivo para las nuevas representaciones periodísticas, las cuales emergen en respuesta a la decadencia, a la curuchupada, al periodismo cómplice con el poder de turno, y suceden en la experimentación al cambio frente a una realidad bastarda. En el Ecuador de los 80s, con personajes como Nebot, Bucaram, Febres Cordero, Borja…Jaime fue la sacada de puta expresiva para el desahueve político.
Entrevista desde la sangre y la tinta
S.V.: Hoy se cumplen 32 años de tu muerte.
P.J.: Carajo…qué manera de pasar el tiempo. Siempre me quedo un ratito en José de Antepara y Gómez Rendón cuando bajo a ver un chance a Aracely.
S.V.: ¿Y eso?
P.J.: Sinceramente no lo sé. Es raro eso de regresar donde uno murió…aunque ya dejándose de pendejadas, es para tratar de recordar al maricón que me disparó, pero no se me viene a la cabeza el rostro de ese gil, ni del cojudo que lo acompañaba. La muerte en ocasiones es demasiado amnésica, si sabes…
S.V.: O la utilizan a conveniencia.
P.J.: Simón. Yo fue crónica roja ese día y risas de gusto para todos esos hijueputas del poder.
S.V.: ¿Y no temías que te mataran luego de las torturas que recibiste por parte de los matones de la Gobernación del Guayas?
P.J.: Me sacaron la recontrachucha en gajo, los denuncié en una de mis publicaciones y antes de cualquier nota di aviso en radio y a los panas por si me secuestraban. Yo si dije, esos manes son pura boca…pero mira…dos chispazos y a la tumba.
S.V.: Ahora hay los medios para darle más duro al poder, pero es bien jodido poder emerger.
P.J.: No digas pendejadas. A mí me ayudó toda la pipol que se sentía identificada con el trabajo como Pepe Leiva, Rina Fernández, Mercy Navarrete y Atilio Gálvez. Insumos y plata nunca faltaron, gracias a Dios, por ese acolite incondicional y por organizarnos bacán con el camello. De vivir en tu época…chalamadre…hace rato despegaba más con mi huevada.
S.V.: A ver, toma en cuenta que tuviste capital, así sea como golpe de suerte, pero lo tuviste. Uno chiro y sin camello, con una crisis densa, sin padrinos ni palancas…pórtate serio.
P.J.: Entonces busca tu golpe de suerte, chucha. No te estés lamentando por pendejadas. Todos la tenemos jodida. Y mira que con ese billete, le compré una gasolinera a mi papá.
S.V.: Pero estabas en una buena posición económica, loco.
P.J.: Pero empecé todo de cero. No hay excusas. Dios me ayudó también, así que con fe y ganas es la nota. Desahuévate. Solo házlo.
S.V.: La cosa es que se necesita plata, y tú la tuviste en tu tiempo, ¿o cómo te abriste la mecánica, el bar o la tienda rockera? ¿Con aire? No me hables huevadas.
P.J.: Tranquilo, loco. Dale suave. Sí, está bien, la suerte me brindó plata para mis notas, pero sin gente que te apoye, podrás tener toda la plata del mundo, pero tus ideas no salen pues, loco. Además, yo hice mis notas siempre al margen de lo que la sociedad de la época dictaba, ¿o a ti te han sacado la chucha o te han metido preso por lo que escribes? A mí no me hables huevadas. Si sigues mis pasos, a futuro, podemos estar hablando.
S.V.: También contesto a mi forma, Pancho, solo que la nota actual es distinta.
P.J.: ¿Qué tan distinta? A ver, ¿también abundan los encorbatados?
S.V.: Simón.
P.J.: ¿Y la corrupción?
S.V.: También.
P.J.: Misma huevada, diferente época. Eso es todo. La cosa es la siguiente: uno siempre debe responder al poder, con todo, sin tanto maquillaje. Es jodido tener compromiso.
S.V.: Bueno, eso sí: es bien jodido.
P.J.: Y siempre se debe estar del lado del Pueblo, de la gente…y no querer llamarse irreverente así porque sí.
S.V.: Acá hay unitos…
P.J.: Algo sé de los manes…dan vergüenza.
S.V.: ¿Crees que, de haber incursionado en el periodismo en esta época, habrías alcanzado el éxito?
P.J.: Quizás sí. Y sé que lo habría hecho por mi forma de expresarme, por más asquerosa y grosera que les parezca a muchos. Y mira que patrocinios no teníamos, y ni se diga volumen en ventas…pero ya pues loco, como te dije, es la gente que te apoya y las ganas de hacer algo diferente y pepa lo que saca tu proyecto adelante, y se van sumando más personas a la larga igual. Tú tienes otras herramientas: sácale jugo a esa nota.
S.V.: ¿Y cómo ves al periodismo ecuatoriano actual?
P.J.: En esa nota del internet hay unos ejemplos chéveres, aunque poquísimos. Pero los que siguen desde mi época, la misma mierda. La huevada es que todos vemos paja en ojo ajeno, queremos hacernos los buenitos, y somos unos desgraciados. Esa es la nota: mucha hipocresía y pocos huevos.
S.V.: Hoy muchos se apropian de las palabras “libertad de expresión” para decir cualquier tontería, ¿cómo diferencias a un embustero de alguien que realmente defiende la palabra?
P.J.: Fácil, mi ñaño: al poder, se lo desnuda, no lo tapas con pendejadas.
Por Sebastián Vera
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